Tengo que aceptar que MUCHA gente podría dar un veredicto o apreciación mejor con respecto a diversos temas relacionados al arte, lo sé, pero eso no pone mi humilde (pero a veces bastante acertado) juicio de lado, es decir, WHAT THE FUCK!.
Cuentan que en Latino América existe un país conocido como
Machu Picchu que se viste de llamas, ponchos y caos. A la vuelta de la esquina está Lima, una parte más chiquita de ese país donde muchos viven y otros no dejan vivir. Esta Lima (de Bondy* que es a veces es ¨horrible¨) ha visto pasar mucho tiempo entre cambio y cambio; los que somos de los 90’s (por pequeña que haya sido nuestra participación en esas épocas) hemos no solo sabido, si no escuchado quizá, muchos cuentos (que no son cuentos) de bombas y atentados, de cambios radicales de gobierno, de internet, de iPod (también de
iPad) y demás. Algunos dirán que luego de muchos años de altos y bajos ha llegado a Lima una época muy rica de explotación y no sé si será mi visión de la situación o esto depende mucho de la percepción de la persona que vive el tiempo.
Sé que hemos pasado muchos cambios en nuestro panorama, lógicamente, antepongo una descripción resumida de la evolución en nuestro contexto (evolución que se asemejará a tu país quizá – si eres de Latinoamérica, es más seguro que te hagas a la idea). Cambios en la música, cambios en la visión artística (movimientos suburbanos) y demás expresiones culturales que afectaron y han ido evolucionando en lo que ahora somos como artistas Limeños.
Se podría definir como una amalgama de nuestra visión pasada, matando dos pájaros de un tiro, obviamente, nuestros referentes visuales/conceptuales que intervienen, más la apertura a nuevas visiones externas que llegan a nosotros a través de la nuevas tecnologías dentro del campo de las comunicaciones, la más importante, Internet.
Es lógico buscar, y querer encontrar, esos remanentes del olvido dentro del arte (y sí, estamos en esa sección para quienes no me siguen) donde desde lo folklórico (dígase andino o
cholo, muy típico de buscar por estos
lares) hasta la imagen de Fujimori y demás muestras de un sello funcionan, sobretodo si buscas un mercado extranjero. Algunos lo hacen, otros ya están en una época diferente donde todo lo volcado por los medios, de los que hablábamos antes, hacen de las suyas volviendo a esa amalgama rica de colores fluorescentes con formas geométricas cedidas por gente de fuera, algo que se pueda sentir más ¨nuestro¨. ¿Qué es lo ¨nuestro"? o ¿qué debería serlo?
Nadie se queja de nada, al fin y al cabo todo es expresión.
Este es Abel Bentin…
Hijo de los años de ese ¨Cambio 90¨, de los víveres repartidos medidamente a manera de gobierno cubano, de las culturas ¨under¨ que protestaban por aquí y por allá, del punk (aunque no sabemos si lo escucha), de la cultura chicha (aún cuando no la practique, pero sirve de referente, siempre, como todo) y de los cambios que ya no mencionaré por obvias razones (que no sé cuáles son).
Bentin quizá no lleve un sello de Cultura Chicha limeña, como está de moda. Tratar de buscar para después poder encontrar imaginariamente cuáles son sus referentes, señor Bentin, suena interesante cuando casi todo el mundo hace algo que ya hemos visto o que a veces no sorprende.
Creo que Abel más que mostrar una pasión por lo dulce (en sus dos muestras últimas) nos enseña que algo realmente inconsciente lo ataca profundamente. Revela muchas pesadillas de monstruos deformes creados dentro de un mundo extremadamente nada ¨dietético¨, lágrimas negras que insinúan ¨algo¨, pena, oscuridad y, quién sabe, una soledad bastante fina y delicada, como la de Tim Burton...
Tuve la suerte de caer una vez por esa galería gigante que tenemos los limeños aquí en la capital (Galería Lucía de La Puente, exactamente en Barranco, por si caes por aquí) donde captaron mi atención una serie de fotografías hechas pintura, gigantes ellas, razón del por qué me quedé colgado un buen rato dentro de la sala. Suerte extrema la mía de haber podido salir, caminando hacia la calle (porque ya me iba). Encaminándome hacia afuera, logran ver este par de ojos flojos que la cafetería del local no era tan solo una cafetería, si no, también un templo del azúcar, una oda a la ¡NO DIETA!, de la risa y el sarcasmo explícito; we were being attacked by sugared, full fat, monsters of art (estábamos siendo atacados por azucarados, 100% grasa, monstruos del arte).
Ahora, ¡no nos quejamos!
Abel Bentin. 26 años. Hijo de los monstruos, del azúcar (de los niños grasa y de Mc Donalds), de la deformidad de algunos casos, del pastel y los 50’s, ahora último, repito.
Les presento, un poco tarde (pero aunque sea ya saben la noticia por si son millonarios arriesgados), en bandeja, una muestra (con intervención y todo) que nos hace retroceder bastante a nuestros recuerdos donde, contrariamente (y a norma de la época, no sé por qué), los adds de la época nos hacían resolver bastante en la idea de que todo en la vida era felicidad y donde el cigarrillo aún no era ¨dañino para la salud¨.
Este es Abel Bentin señores…
Cerrando su última exposición en Lima @ Lucía de La Puente (Barranco): CANDYVORE, estuvo desde este 10 de Marzo hasta el 10 de abril.
¿Recuerdan esas teleseries antiguas? ¿Recuerdan esos adds cincuenteros?, ¿esos colores pasteles que daban nauseas? ¿Esa felicidad y seguridad de publicidad americana?
Créanme entonces, ¿de qué más se podría reir Abel?
*Bondy: Sebastian Salazar Bondy (1924), escritor limeño de la década del 50. Autor de ¨Lima la Horrible¨ (1964)
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