Letras de lujuria // Tercer Piso
Letras de lujuria // Tercer Piso
Publicadas por
editorial Revista Apolorama
On
jueves, febrero 18, 2010
Por Jonas Fierro
Letras de lujuria // Tercer Piso
Letras de lujuria // Tercer Piso
“Zafira echaba chispas de lo caliente que estaba y rápidamente provocaba a Apolonio, que con su mano derecha sostenía su enorme herramienta mientras miraba babeando las nalgas de su curvilínea morena”.
Estas letras sin problema podrían ser el dialogo de alguna película de ficheras de los años ochenta, o a lo mejor parte de una conversación entre amigos en un bar, posiblemente una fantasía en cualquier taller mecánico.
¿Y por qué menospreciar a todos los calientes capitalinos? Se puede dar en la oficina de un diputado, en un pesero, en el jardín de una casa de las lomas o en paupérrima vecindad. Lo que de verdad es claro, es que NO es parte de la literatura erótica de alto octanaje intelectual, pero al diablo el misterio (se leería mejor “a la chingada” en el tenor de lo que este texto abordará, pero no sé qué pensará de mi el titular de la edición) les confieso que son letras de lujuria de los maravilloso “Sexacionales”: El comic erótico en México.
La historia del comic en México es larga y con muchas piedras en el camino, el primer intento lo realizo José Guadalupe Cruz con historietas como “Juan sin miedo” y “El Santo” sí señor, el enmascarado de plata, aquel que en su última entrevista, al ser cuestionado sobre si seguiría luchando contra lobos, vampiras y mostros respondió: “Pus contra quién se deje”
Muchas fueron las publicaciones del comic en México: La Familia Burrón del maestro Gabriel Vargas, El Pepín, El Chamaco, el Capulinita, los Supersabios, Rolando el rabioso (mi favorito), muchos comics de bolsillo que tuvieron su auge en los años sesenta y setenta, pero esa es otra historieta, acá lo que nos incumbe es el comic erótico, el cachondo el que aun es visto con malos ojos por algunos puritanos e intelectuales mexicanos de Sanborns.
La editorial Toukan jugó el papel de madre, al parir con mucha pena (ajena) y sacrificio a al primer comic erótico en México: “Bellas de moche” a finales de los años ochenta e inicios de los noventa, década de mayor auge para estas publicaciones.
“No nos hagamos tarugos” bien decía la revolucionaria de izquierda de apodo la Chimoltrufía, y recordemos los que tenemos más de treinta, que en esos días las novelas románticas ya no tenía cavidad en el mercado (el “Lagrimas y risas” ya daba flojera) y que el “Libro vaquero” ya no satisfacía las necesidades de un púber con ganas de conocer todo lo que le ocultaban. La gente y los pubertos noventeros pedían más y más sexo.
Yo recuerdo que cuando mi padre compraba estos comics (sí, lo confieso vengo de un linaje de lectores de comics calientes) tenía que esperar a que al terminar de leerlos (tal vez en una onda de “Parental Advisory” a la mexicana) fueran tirados al suelo, a un costado de su cama, en señal que ya era digno de cachondear mis pupilas con las morenas exuberantes ahí dibujadas. Otra peripecia consistía en robar estos libritos de la peluquería, antes del casquete corto y debajo de la manta que aun usan algunos “tumba greñas” para proteger el cuerpo de los cabellos y esconder los comics eróticos robados.
A pesar de lo que muchos piensen, el comic erótico en México tiene un gran mercado que está dentro de todos los segmentos socioeconómicos y culturales. Algunas encuestas arrojan que las personas que vienen de la clase media-media (media jodida decía Chava Flores) suman el 48%, la clase media baja son el 38% y un 6% la clase acomodad, créanlo o no, los ricos también se sonrojan.
Los tópicos por lo general incluyen féminas súper voluptuosas desesperadas por encontrar sexo con hombres comunes y corrientes: Choferes, albañiles, mecánicos, panaderos, plomeros y electricistas y hasta periodistas, todos ellos pícaros de barrio que ven completas sus vidas al ver a una morena o rubia vestida y desvestida. Sin complicaciones, sin temas difíciles, estas narrativas cuentan historias.
Historias que un tipejo como yo que nunca leyó El Decamerón, La insoportable levedad del ser, El Kamasutra o al Marqués de Sade, pero que sin embargo calmó sus ímpetus de letras de lujuria con clásicos como: El Sexacional de barrios, de Traileros, de Ficheras e inclusive de luchadores (juro por mi padre que leí uno en donde el Matemático mantiene relaciones sexuales, mientras enseña a aplicar la llave de nombre: La Gori especial), dando otro visión menos intelectual, pero igual de erótica que cualquier otro texto que busque en sus líneas el arte de amar.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 Response to "Letras de lujuria // Tercer Piso"