Librería de Cristal 1990 // Tercer Piso
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editorial Revista Apolorama
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miércoles, febrero 10, 2010
Por Jonas Fierro
Librería de Cristal 1990
Hay cierta edad en donde el olor a tacos de carnitas (estilo Michoacán) un cine para la clase media alta (ya casi en extinción) y las páginas de un libro nuevo, no tienen diferencia alguna. Si se preguntas el por qué de tan disparatadas comparaciones, me limitaré a decir que en 1990 en la avenida Ejercito Nacional (por Polanco) existía un lugar en donde todo eso convivía: La librería de Cristal.
Ubicada en el corazón de Polanco antes de que el” Gigante” que estaba lleno de personas judías se convirtiera en el “Soriana” lleno de personas judías y mucho antes de que el centro comercial “Antara” diera paso al desfile interminable de “socialites mexicas” en busca de las rebajas de fin de temporada, la Librería de Cristal a un costado del cine Ariel ya estaba ahí.
Para aquellos que tuvieron el honor de ver la película “Volver al futuro II” de Robert Zemeckis en pantalla gigante de esas que aun tenían su telón y que antes de iniciada la función era sitio de juegos infantiles, la librería era un paso obligado al final u antes según se manejara la puntualidad (hace 20 años los cines solo exhibían una película).
Como se mencionó, un paso obligado en este cine de antaño, era la Librería de Cristal donde para muchos que caminamos en el Tercer piso (casi los treinta años) ir a buscar el “Libro mágico” era el primer acercamiento a los textos que ahí vendían.
El libro mágico un básico para la educación primaría de la década de los noventa, con sus miles páginas de ejercicios que te enseñaban la correcta forma de la letra manuscrita (que jamás en la vida se utiliza) adornado con sus pliegos de papel calca para reafirmar los ejercicios, quitaba un poco la curiosidad de indagar más en otros autores.
No porque el “Libro mágico” quitara las ganas de buscar más en la Librería de Cristal, convivían autores como Ann Rice (antes de que Brad Pitt le quitara lo vampírico a su obra), José Agustín y Carlos Fuentes en una misa mesita, sin separar y amontonados, todos ellos con una pancarta que decía “Ofertas” No muy lejos de lo que hoy son los estantes “catalogados” de las librerías Gandhi en donde los chavos de playera morada, saben ubicar libros de mejor manera con ayuda de una computadora
La librería tenía un vasto surtido, pero es primordial aportar que el dependiente de aquellos años, un señor pelón (sin referencia a este que teclea) mal encardo y con un cigarrillo en la mano (Sí, antes si se podía fumar en todos lados) fuera aquel que al preguntarle sobre las obras completas de Parménides García Saldaña respondiera: “No lo tengo y no creo que me va a llegar”
Nada fuera de tiempo esta situación, al preguntar en cualquier librería sobre algún autor y tener como respuesta un no, daban pie al acto más revolucionario de visitar a una librería pasada o presente, ser tu quién busqué el texto y al final con suerte mostrarle al dependiente mal encarado o al chavo de playera morado que deben poner más atención en su día de hacer el inventario.
La librería de Cristal de 1990, contaba con estantes de madera, contradictoria a su atrayente segundo nombre, “De cristal”, ya que lo poco que se recuerda que hubiera ahí con este material, eran los lentes del dependiente cansado de chamacos corriendo por sus estantes, emocionados por entrar a una función de cine y llevar en la bolsa de su madre: el Libro mágico.
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