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En la actualidad existe un importante movimiento a escala global avocado al estudio serio y sistemático de las propiedades terapéuticas de las sustancias psicodélicas. Profesionales e investigadores de diversas disciplinas (psicología y psiquiatría, etnobotánica, antropología, sociología, etc.) integran su trabajo en pos del desvelamiento de los misterios que se esconden tras la experiencia psicodélica.
Pioneros en este campo de investigación son el químico Albert Hofmann, descubridor del Ácido Lisérgico Dietilamida 25 (LSD) recientemente fallecido, el psiquiatra checo Stanislav Grof y su equipo de precursores en el uso terapéutico del LSD y otras sustancias psicoactivas en Checoslovaquia, Estados Unidos y Canadá, Gordon Wasson, Dennis Mackenna y otros etnobotánicos y etnofarmacólogos, entre muchos otros. Todos ellos han contribuido a conformar un nutrido cuerpo teórico y práctico que da cuenta de las propiedades visionarias de variadas drogas sintetizadas y plantas con propiedades psicoactivas, así como acerca del potencial terapéutico de los estados ampliados de conciencia producidos por la ingesta responsablemente guiada de dichas sustancias y especies del reino vegetal.
El término “psicodélico” ha reemplazado en este caso a la categoría “alucinógeno”, puesto que los estudios impulsados por éstos y otros investigadores han demostrado que las visiones y experiencias sensoriales producidas por la ingesta de estas sustancias no tienen nada que ver con la percepción de objetos o fenómenos que no existen en la realidad. Muy por el contrario, la evidencia científica demuestra que los fenómenos sensoriales experimentados durante la ingesta tienen directa relación con una expansión de la conciencia ordinaria de vigilia que permite al individuo percibir con mayor claridad la verdadera naturaleza de sus medios interno (mental, emocional, corporal, etc.) y externo (medio ambiente, relaciones interpersonales, etc.). Así pues, el término “psicodélico” refiere a la expresión y desvelamiento del psiquismo, la manifestación de las propiedades más profundas de nuestra conciencia individual y colectiva.
Este fenómeno de expansión del estado de conciencia ordinaria está siendo estudiado con detención por especialistas de todo el mundo, y los resultados obtenidos han sido espectaculares. Sus conclusiones desafían nuestra limitada visión de mundo que es esencialmente materialista y atomista (la realidad está compuesta de objetos materiales, separados unos de otros), dando cabida a un nuevo paradigma holográfico y holístico (la realidad no es sólo material, existiendo múltiples niveles de organización de la energía, donde cada objeto está en íntima conexión e interdependencia con todo cuanto existe).
Los ámbitos en los cuales este nuevo entendimiento sobre la conciencia humana y la realidad puede ser aplicado son infinitos, incluyendo la psicoterapia y el tratamiento de varios cuadros clínicos severos. Por ejemplo, actualmente se está llevando a cabo una serie de estudios sobre el uso de LSD en el tratamiento de pacientes que padecen trastornos de estrés postraumático. También destaca el trabajo con adictos a la cocaína, heroína y anfetaminas utilizando plantas psicoactivas como la Ayahuasca (Banisteriopsis caapi) en la Amazonía peruana. Se ha demostrado que los estados de conciencia propiciados por éstas y otras sustancias permiten al paciente darse cuenta de aquellos fenómenos psicológicos y contextuales que producen y perpetúan sus cuadros, logrando por medio de un proceso de profunda autoexploración dar con las soluciones a sus problemas emprendiendo el camino hacia la sanación.
Pero más allá del ámbito terapéutico existe otro espacio de reflexión interesante de destacar: la ecología. En una reciente publicación de la Asociación Multidisciplinaria para los Estudios Psicodélicos (MAPS, www.maps.org) se trató el tema de cómo las experiencias de expansión de conciencia producidas por la ingesta psicodélica proveen la base para el desarrollo de una mayor conciencia ecológica. Diversos estudios y reportes incluidos en este documento dan cuenta de cómo la experiencia psicodélica despierta el entendimiento de que somos todos parte de un ecosistema vivo e interdependiente; somos todos una expresión particular de una realidad más amplia en constante pulsación y expansión; somos todos una misma conciencia.
En varios de los artículos presentados en este boletín, sus autores dan cuenta de cómo luego de una o varias experiencias de expansión de conciencia lograron sentirse parte integral de su medio ambiente, despertándose en ellos un sentimiento de profundo respeto y amor hacia toda la creación. Tanto así que muchos de ellos son actualmente activistas pro-medio ambiente y ecologistas, viven en comunidades autosustentables, etc. Tómese el ejemplo del psiquiatra Ralph Metzner, quien habiendo participado desde un comienzo en las experiencias clínicas y comunitarias con LSD junto a Timothy Leary y Ram Dass (pioneros en este campo) ha fundado la Green Earth Foundation (www.greenearthfound.org), una organización dedicada a la promoción de una relación más armónica entre el ser humano y su medio ambiente a través del reconocimiento del estado de interconexión de todo cuanto existe.
Esta noción de conciencia ecológica se encuentra presente también en los pueblos originarios que incluyen en sus rituales el uso de plantas de poder. Sus mitos y leyendas dan cuenta de un mundo encantado en el cual la Naturaleza es una entidad viva, de la cual el ser humano, los animales, las plantas, las rocas, etc. son una manifestación. Esta visión de un mundo en conexión se corresponde con el respeto de estos pueblos hacia la tierra y sus procesos, respeto que en algunos casos pasa a ser devoción religiosa.
Pero lo más interesante es que este mismo entendimiento es compartido no sólo por aquellas culturas que han conocido el uso de sustancias visionarias, sino también por todas las tradiciones místicas del planeta: la compasión budista que predica la no violencia y la salvación de todos los seres sintientes es una expresión de una conciencia de unidad absoluta, un estado de conciencia expandida que la tradición denomina “iluminación”; la enseñanza de la mística cristiana que dice que Dios está en todo y que es a través de la naturaleza que se manifiesta toda su grandeza (recordemos a santos místicos como San Francisco de Asís, quien a través de la oración y de ejercicios espirituales se transformó en hermano de los animales y fiel defensor del reino de Dios). Y así, todas las grandes tradiciones místicas del mundo profesan la misma idea: los seres humanos somos parte de una realidad superior altamente inteligente, y somos capaces de darnos cuenta de este estado de las cosas expandiendo nuestro entendimiento más allá de los límites de nuestro ego condicionado, más allá de los condicionamientos sociales y culturales, más allá de la cápsula de piel que nos contiene y restringe. Ecología pura… ecología espiritual.
Así, volviendo al tema de las propiedades de las sustancias psicodélicas, podemos ver que en los hechos una experiencia de expansión de conciencia nos puede conducir a incrementar nuestro nivel de bienestar al entender con mayor claridad nuestros padecimientos y al darnos cuenta de que, a final de cuentas, no somos sino una fracción infinitesimal de una maravillosa creación inteligente y pulsante, siempre vibrante y siempre amorosa. El uso responsable y competentemente guiado de estas sustancias que potencian nuestros sentidos nos puede llevar a reconocer el rostro de Dios en la naturaleza y, por lo mismo, en nosotros mismos.
Lamentablemente, todo este nuevo entendimiento se ha visto restringido por el prejuicio imperante en nuestras sociedades hacia todas aquellas experiencias que se desvíen de lo que se considera “normal”. Tradicionalmente la psiquiatría moderna ha calificado de “anormales” o “patológicos” aquellos estados de conciencia expandida propios de la experiencia meditativa, los trances chamánicos y tantas otras formas de espiritualidad. Esto ha llevado a un malentendido que conduce inevitablemente a un estado de ignorancia que se disfraza de objetividad científica y “salud pública”. Pese a que la información se encuentra disponible, la comunidad científica se resiste a admitir como ciertos estos nuevos datos que cuestionan el status quo. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Pero el desarrollo de esta nueva ciencia que abona el terreno para el nacimiento de un nuevo paradigma sigue su marcha. Cada día son más las personas que se abren a esta realidad, a esta conciencia colectiva que pugna por un mundo mejor y de mayor armonía. Psiquiatras, psicólogos, antropólogos y científicos de todas las latitudes aúnan sus esfuerzos para dar a conocer estos nuevos hallazgos con el objetivo de generar una discusión que permita crear nuevas políticas públicas que eliminen el veto al empleo de estas sustancias en contextos clínicos y ceremoniales, propiciando el despertar de una nueva conciencia. Ese es el desafío en este tiempo de crisis de sentido y los más valientes lo han convertido en una causa digna de ser vivida y profesada.
Ingesta responsablemente guiada.
La ingesta de sustancias psicoactivas es un tema tabú en nuestra sociedad, a diferencia de lo que ocurre en culturas originarias como las comunidades amazónicas de tradición chamánica. Estos grupos ingieren pócimas preparadas a partir de especies vegetales ricas en sustancias visionarias como la Ayahuasca o Yagé como parte de sus rituales de sanación y sacramentales. Pero el hecho de que nuestra sociedad condene el uso de estas sustancias que modifican la conciencia “normal” se justifica en parte debido al problema social y los efectos adversos que suscita la ingesta irresponsable de estas sustancias. Efectivamente, existen casos en los cuales personas han corrido riesgo vital o bien han muerto accidentadas tras ingerir una dosis de LSD, Ayahuasca, hongos psilocibos, etc. Pero sucede que en dichos casos estos individuos no contaban con un contexto adecuado de contención y guía para la experiencia. Dicha contención y guía puede y debe ser provista bien sea por un psiquiatra o terapeuta experimentado (en el caso de la administración clínica de LSD, psilocibina, mescalina y otras sustancias) o por un chamán conocedor de las plantas maestras (en el caso de la ingesta ceremonial de especies vegetales como el San Pedro, Ayahuasca, Toloache, etc.). Este “setting” ha demostrado ser un factor determinante en el buen desenlace de la experiencia psicodélica, reduciendo al mínimo los riesgos y logrando buenos resultados tanto para el paciente psiquiátrico como para el buscador de visión.
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