Por Editorial Revista Apolorama
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Diorama // MUCA Roma
La exposición DIORAMA reúne a ocho artistas en cuya obra se hace evidente una interpretación subjetiva e imaginaria del paisaje -natural y citadino- a través de medios y lenguajes contemporáneos como video, instalación, y dibujo. Los trabajos seleccionados son resultado de diversos procesos creativos, mismos que devienen formalmente en paisajes; aunque sería impreciso describirlos únicamente como eso. Mas allá de manifestarse en ellos la representación fiel de la naturaleza, se hace evidente la intención de los artistas de "generar espacio" y de registrar un tiempo variable. La exposición está conformada por modelos a escala del mundo que, de alguna manera, recuerdan a un sistema escenográfico llamado “diorama”, utilizado por compañías teatrales móviles del siglo XIX, en el que se representaban paisajes naturales o urbanos truqueando la perspectiva y la iluminación por medio de diferentes artificios. Con esta técnica fácilmente podían recrearse los cambios de luz que se experimentan a lo largo del día, al igual que desplazar, cambiar e intercalar las escenografías, modificando el efecto visual. Definir a los ocho trabajos de esta exposición como una especie de dioramas encuentra justificación en su cualidad de transformación.
Al hablar de paisaje lo primero que viene a la mente son valles, montañas, ríos y bosques; parajes ambientados por diferentes condiciones de luz y representativos de las diferentes estaciones del año. En sentido estricto el paisaje es la imagen del mundo natural, agreste y pleno. Pero el paisaje es un concepto antropológico. Se necesita la presencia de un observador ubicado en un lugar específico que percibe una imagen, misma que resulta inevitablemente parcial. Al ser humano le está vedada la comprensión del contexto natural en su vastedad, ya que únicamente puede ver un fragmento. La naturaleza está en todas partes, lo que ocasiona que el paisaje sólo puede nacer en el ojo del habitante de la ciudad que lo mira de lejos. El concepto “paisaje” es una interpretación cultural, un encuadre minúsculo del estado caótico del universo.
La representación de la naturaleza siempre ha estado presente en las manifestaciones artísticas de los seres humanos. El hombre prehistórico evidenciaba ya la necesidad de interpretar todo lo que lo circundaba por medio de composiciones complejas, fundamentalmente simbólicas, y carentes de cualquier prejuicio o idea preconcebida, al igual que de escala o perspectiva.
A través de los siglos se continuó evocado a la naturaleza en infinidad de imágenes artísticas, aunque de maneras muy distintas. Entre Oriente y Occidente existen grandes diferencias en este sentido. En el siglo VIII los pintores chinos producían dibujos y pinturas de paisajes después de haber observado detenidamente parajes naturales, recluyéndose en la privacidad de sus estudios para trabajar únicamente desde el filtro de su subjetividad. El dibujo, poesía y caligrafía surgen de una actitud marcadamente introspectiva y se conciben prácticamente como una misma cosa dentro del contexto de la cultura china. La tradición del paisaje en esta región del mundo se reconoce como una representación extremadamente purista de la naturaleza, de trazos dinámicos y cualidades etéreas. En cambio Occidente tuvo que esperar demasiado tiempo para producir imágenes equiparables a aquellas de la China antigua. Dentro de la pintura europea el paisaje sirvió generalmente de fondo a situaciones humanas, ubicándose en un segundo nivel jerárquico. A finales de la edad media, al experimentarse un profundo proceso de transformación de la visión del hombre sobre el mundo, comenzó a surgir la necesidad de indagar sobre los diferentes misterios de la naturaleza. Siglos venideros -concretamente del siglo XVII al XIX- implicaron el esclarecimiento y la exploración sistemática del mundo. Florece la cartografía y los territorios son parcelados. Durante el romanticismo, poetas y artistas se refieren al mundo natural en su obsesiva búsqueda de lo sublime. El interés de una gran mayoría de personas se enfoca en la pintura de paisaje, motivados por una nueva sensibilidad hacia la naturaleza. Se reconoce la influencia del entorno natural, del clima y las estaciones, en la vida espiritual e intelectual de los hombres. Se le atribuye a estas pinturas una dimensión metafísica para esclarecer los enigmas de la creación, y al mismo tiempo se experimenta un auge en la interpretación subjetiva del mundo. Cada artista genera un lenguaje propio.
El acelerado desarrollo tecnológico que experimentaron el último siglo las sociedades del mundo transformó fatalmente la relación del hombre con su entorno natural. Los seres humanos, encerrados en contextos urbanos, experimentan el desapego a la tierra, las plantas, el viento y el agua, y desvían su destino. El mundo natural se vuelve cada vez más una imagen ideal; un depósito de las ilusiones de seres humanos, visiones que a su vez son copiadas a películas e imágenes publicitarias. Nuestro contacto con la naturaleza es el más antinatural que haya existido. Esta desconexión abre un terreno para la interpretación en el que la imaginación lo es todo. Los trabajos presentados en la exposición DIORAMA son ejemplo de esa libertad creativa que a momentos parece casi divina; no interpretan a la naturaleza sino que inventan topografías, levantan montañas, simulan lagos y escenifican lugares que sólo existen en el pensamiento.
Cuándo: A partir del 25 de junio de 2009
Dónde: Museo Universitario de Ciencias y Arte, MUCA Roma, Tonalá 51, esq. Colima Col. Roma, México D.F.
Extraído de : Boletín UNAM
Escrito por: Gonzalo Ortega
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